Votar en París
Unos meses atrás fui a inscribirme a la Embajada de Bolivia en Francia para votar el 20 de octubre. Pasaron las semanas y llegó el día.
Inicialmente pensé que debía asistir a la propia embajada, pero por suerte antes de salir de mi casa me enteré de que la votación se iba a llevar a cabo en la alcaldía del distrito 16 de París, por cierto, el más rico de la ciudad.
Llegué después del mediodía. Mientras caminaba por la preciosa Avenida Henri Martin, la bolivianidad empezaba a hacerse sentir.
Conversaciones en castellano, de los transeúntes, algunos aguayos en prendas de vestir, y sobre todo un par de camionetas estacionadas al frente de la alcaldía con las puertas abiertas, sombrillas y cajas de plástico que habían contenido salteñas, api, y platos típicos. Llegué tarde, así que ya no pude comprar nada. Entré por el elegante portón central, y rápidamente me topé con la información del Órgano Electoral Plurinacional.
A la izquierda estantes de plástico con las listas de votantes y sus respectivas mesas, a la derecha, en paneles, información precisa sobre cómo emitir el voto y flechas guiándonos hacia el Salón de Fiestas, que es donde estaban instaladas las urnas. En ese mismo lugar votan los franceses.
En el camino, las indicaciones iban de la mano de normas de disciplinamiento muy concretas: “no sentarse en las escaleras”, “no quedarse en el pasillo”, “circular de manera ordenada”, “prohibido el acceso” -a determinadas salas-. Ya en la mesa de votación, todo funcionaba de manera clara, amable y rápida. Me llamó la atención la diversidad de los votantes.
A menudo estamos demasiado acostumbrados a pensar que Francia solo mantiene relación estable con la clase alta paceña a partir de sus instituciones educativas, pero se nos olvida que, por suerte, la historia es mucho más fluida y plural. En los pasillos de la alcaldía se escuchaban acentos de todas las regiones de Bolivia y de los distintos grupos sociales.
No faltó quién luego de votar se acomodó en un rincón para comer sus apetitosos cuñapés que traía en una bolsa de plástico; mi timidez impidió pedirle que me invite. Los resultados finales también mostraron relativa diversidad. De los 774 inscritos, 391 votaron por CC, 114 por el MAS,12 por 21-F, y 11 por PDC, aunque a la hora del conteo final, surgieron expresiones festivas polémicas: un grupo empezó a saltar festejando -no me queda claro si la victoria de Mesa o la derrota del MAS- gritando “¡Evo a Chonchocoro!” entre risas, cantos y alegría.
Al volver a casa, me encontré con la figura más tierna de la votación: una señora mayor saliendo del metro, bien abrigada, sentada en una silla de ruedas llevada por su familiar en dirección a la alcaldía. Iban a votar. Pensé en mi abuela, su última votación fue la del 2005, hizo un esfuerzo enorme por llegar a la urna, y sentirse parte de una comunidad nacional.
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