Sociología en el ring: Loic Wacquant

Supe de él hace muchos años cuando leí el libro que publicó conjuntamente con Pierre Bourdieu titulado Respuestas. Por una antropología reflexiva. Su participación en ese texto tenía dos intenciones, por un lado presentar la obra   del sociólogo francés, y por otro, realizar un largo interrogatorio. Al leerlo, comprendí mejor en qué consiste una "entrevista sociológica”, o más bien, qué sucede cuando dos sociólogos tienen una grabadora en frente. Más que preguntas y respuestas, lo que sucede es una auténtica tertulia, un intercambio de ideas con vaivenes que enriquecen la conversación.

Años más tarde, me encontré con otro delicioso texto de diferente naturaleza: Entre las cuerdas, cuadernos de un aprendiz de boxeador.  En esta ocasión era Wacquant solo, contando su propia experiencia de convertirse en un profesional del box. Su obra me llamó la atención por múltiples razones.  En primer lugar, el aporte teórico es remarcable. El autor se inscribe en la tradición bourdieuneana de pensar el mundo social y utiliza ese aparato conceptual para su investigación. Bourdieu desarrolló una serie de conceptos como campo, habitus, capitales, estrategia, etcétera, que le sirvieron para múltiples estudios en las más variadas experiencias sociales, desde las lógicas de distinción francesas, hasta el uso de la fotografía o el rol de la religión. 
Con insistencia acuñó la idea de que el habitus se hace cuerpo, es decir que el esquema cognitivo que permite que fluya la percepción y la acción, nos habita de tal manera que se inscribe en nuestra materia. La anotación venía de Bourdieu pero ninguno de sus libros daba cuenta con tanta claridad cómo sucedía ese proceso. Es Wacquant quien, retomando la idea de que "aprendemos con el cuerpo”, experimenta la "conversión moral y sensual”: se inscribe a un gimnasio de boxeo en un barrio negro en Chicago y se somete a un sistemático entrenamiento durante más de tres años hasta convertirse un pugilista semi-profesional y estar a punto de dejar la sociología. Empezaba así a llenar un vacío teórico.


Un segundo aspecto que no es menor, es la estrategia metodológica. Insertarse en el mundo del boxeo implicaba tanto un acercamiento paulatino y sistemático a la cultura pugilística –dinámica a la cual están acostumbrados los antropólogos cuando estudian mundos ajenos-, como la educación rigurosa del propio cuerpo. La mejor opción fue la etnografía. Durante toda su investigación  escribió rigurosamente un diario de campo (más de 2.300 páginas), hizo entrevistas, tomó fotografías y participó en todo lo que pudo. Vivió intensamente el gimnasio en cada uno de sus componentes, registró en su propio cuerpo los aprendizajes –desde el fortalecimiento de un músculo, el afinamiento de los reflejos para esquivar o dar un golpe, la estrategia para soportar el dolor, etcétera-, mientras iba anotando todo lo observado y buscando explicaciones. 


En el libro, Wacquant analiza diversas dimensiones del tema. Explica la función de un espacio deportivo en un barrio donde los índices de violencia son alarmantes, y muestra cómo la tensión calle vs. ring es fundamental; el gimnasio es un "escudo protector contra las tentaciones y los peligros de la calle”, pues la violencia tiene reglas estrictas, permite a sus participantes no sólo sobrevivir a la incertidumbre propia del vecindario, sino que además les ofrece una ruta profesional que puede generar ingresos. Cuenta las jerarquías, la función del entrenador, el rol de los íconos deportivos, las fantasías y aspiraciones, la decoración interior del gimnasio, los códigos de honor.


También el autor narra su propia experiencia de convertirse en un boxeador, todos los detalles del entrenamiento, la tensión previa a subirse al ring para un combate, la intensidad de los segundos antes de que suene la campana anunciando el fin de un round. Explica cuáles son las exigencias  para participar en un torneo, el sacrificio en sus tres dimensiones: estricta regulación alimentaria, abandono de toda vida social que distraiga, rigurosa abstinencia sexual. La factura a menudo es cara, pero es el costo de quien quiere ser un verdadero profesional. 


La narrativa de Wacquant es especialmente cautivadora, tanto que en algunos momentos uno se olvida que está leyendo un estudio científico. Eso le lleva a reflexionar sobre "la alianza de estos géneros normalmente separados: sociología, etnografía y novela”, y nos devuelve el desafío a los sociólogos sobre cómo vincular teoría y procedimiento científico con observación sostenida, profunda y participante, y una presentación elegante y seductora. La justa combinación de estas tres tradiciones es la que le dará a un trabajo un merecido lugar. Wacquant, nos enseña un camino.


Publicado en suplemento Ideas de Página Siete, 2/11/2014

Comentarios

Ricardo Rubio Sánchez ha dicho que…
me ha descubierto a un nuevo sociologo del que no había oido hablar mucho.

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