Las enseñanzas de Brasil

La antropóloga brasilera Rita Segato escribe una brillante crítica a la cual no le falta ni una coma. Cito extractos: “Una democracia que no es pluralista es simplemente una dictadura de la mayoría. Y eso vale para todos. Vale para los fascistas cuando ganan elecciones, y vale también para las izquierdas (…). Hacer aliados circunstanciales para garantizar la ‘acumulación de fuerzas’ no significa estimular el debate. Por otro lado, ni la acumulación de fuerzas ni la toma del Estado sin el trabajo afiligranado de transformación de la sociedad han llegado jamás a destino, en país alguno, en su propósito de reorientar la historia hacia un futuro de mejor vida para más gentes. Es en la sociedad que se cambia la vida, no en el Estado. Ahora hemos perdido en el Estado y en la sociedad”. 

En otro pasaje retoma una crítica en sentido de que el Partido de los Trabajadores “abandonó un proyecto político y se adhirió solo a un proyecto de poder”. Con el poder como meta, sobrevino desvinculación de los intereses del movimiento social respecto de los intereses del partido político asalariado, lo que condujo a las alianzas tácticas y eficaces, y al “miedo al pluralismo y la disidencia” reforzando las estructuras estatales y el control de la participación a través de las mismas. 

Por otro lado, se confundió la ampliación del consumo con la ampliación de la ciudadanía, lo que “redujo la idea de ciudadanía a las aspiraciones de consumo como meta central. Se rompieron por este camino vínculos comunitarios que podrían llevar a una real politización. Real politización requiere profundización del debate siempre. Hoy se ve que la ampliación del consumo sin ampliación de la conciencia y comprensión crítica de los valores propios de la teología del capital tiene pies de barro”. 

 Segato concluye: “Es doloroso, pero la autocrítica y el conocimiento de la historia son la única garantía de poder caminar hacia una sociedad de mayor bienestar para las personas. Sin hacerlo andaremos en círculos convencidos de que tomando el Estado, por las armas o por las urnas, podremos reorientar la historia en otra dirección (…). Pero no [hay que] olvidar que el cambio se hace en la sociedad y lo hace la gente. Y eso es lo que ha fallado: no se trabajó la conciencia colectiva, no se cambió la gente, a pesar de que se mejoró la vida de las mayorías”. 

 Como siempre, hay puentes y distancias del análisis de Rita Segato con la experiencia boliviana, pero en el fondo, una buena parte de las premisas de su crítica caben como anillo al dedo al masismo. Si la cosa sigue así, el partido de gobierno, cegado en su ambición de poder, será el responsable de enterrar el proyecto popular del cual en algún momento formó parte fundamental.

Publicado en El Deber el 2 de diciembre del 2018

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