El trazo político de Rius
Hugo José Suárez
Eduardo
del Río, que se hizo conocer como Rius, fue un caricaturista nacido en Zamora
(Michoacán, México) en junio de 1934. Vino al mundo en una de las ciudades más
católicas y conservadoras de la república y murió en agosto del presente en un
pequeño pueblo encantador, progresista y emblemático: Tepoztán (Morelos). En
sus largos y fructíferos 83 años de vida publicó una centena de libros de
historietas convirtiéndose en el referente principal de la caricatura política
mexicana.
Su
cuna fue una familia humilde, muy religiosa pegada al catolicismo; huérfano de
padre desde su nacimiento, se trasladó a los dos años a la Ciudad de México
siendo internado en el Colegio Salesiano donde pasó parte de su infancia. Su
formación católica básica fue la clave para convertirse al ateísmo y dedicar
buena parte de su obra a la crítica a esta institución eclesial, así lo confesó
alguna vez: “Le tengo que agradecer a Dios que me volvió ateo, y a la iglesia
católica que me volvió anticlerical” (La
Jornada Semanal, 13/8/2017).
La
manera de descubrir su vocación gráfica fue curiosa, casi paradójica. De joven
trabajaba como telefonista en la Funeraria Gayosso (una de las más importantes
en México); en el generoso tiempo libre que le daba su labor, se dedicaba leer
y dibujar. A los 20 años tuvo la suerte de que un cliente de la funeraria lo viera
pintando; le dejó su tarjeta y le solicitó que le enviara algunos chistes para
la revista Ja-Já que él dirigía.
Estuvo en esas durante una década hasta que pudo pasar a la historieta y
convertirse en un profesional.
Publicó
libros fundamentales como Cuba para
principiantes, Lenin para
principiantes, Marx para
principiantes, Manual del perfecto
ateo, Su majestad el PRI, Palestina,
del judío errante al judío errado, Jesús
alias el Cristo, Marihuana, cocaína y
otros viajes, Historia del
Kapitalismo. Además, fundó y dirigió las revistas Los Supermachos, Los
Agachados, El Chamuco y los Hijos del
Averno.
El
trabajo de Rius es una síntesis de la tradición mexicana de la caricatura
crítica -cuyo mejor exponente fue Guadalupe Posadas-, la visión del arte
comprometido y dirigido al sector popular heredado de los muralistas, y la
creatividad y profundidad de los escritores del siglo XX. De hecho, cuenta que
parte de su formación informal provino de la suerte de poder pasar largas horas
en una librería cercana a la Funeraria Gayosso en la cual, entre 1952 y 1954,
los sábados sucedían exquisitas tertulias con Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis,
Juan Rulfo y otros destacados literatos.
Su
propuesta gráfica fue de la mano de una intención política. Su pedagogía reposó
en la idea de que “los gobiernos son felices con súbditos ignorantes” (La Jornada Semanal, 18/8/2017), por lo
que se esforzó en formar, en transmitir mensajes, en desmontar íconos del poder
y de la religión. Su obra quería llegar al pueblo, por lo que su trazo y
argumento eran muy legibles y comprensibles, con la intención de informar,
convencer y denunciar. Su vida y su lápiz fueron una apuesta política
libertaria. En ese aspecto se pareció mucho a otros autores como Héctor
Oesterheld que, desde Buenos Aires en años similares, emprendió la tarea de
concientizar fungiendo como el encargado de comunicación de la guerrilla
montonera. El inmensamente creativo caricaturista argentino fue desaparecido
por la dictadura y sus familiares cruelmente asesinados.
El
impacto de su obra fue tan grande que hoy en México es una referencia para
propios y ajenos, se dice que fue de los mejores promotores culturales y
formadores populares. Pocas personas no han leído uno de sus libros en algún
momento de su vida.
En
su revista Los agachados, Rius dedicó
amplias páginas a los problemas latinoamericanos. Por azarosos guiños del
destino, hace unos años me regalaron el ejemplar N. 85 del 30 de enero de 1972
dedicado a Bolivia, que lo guardo como reliquia. Ese número es un repaso
crítico por la historia boliviana desde el período incaico hasta el golpe de
estado de Bánzer en agosto de 1971. Por supuesto se detiene en la lucha de la
independencia, en la Revolución del 9 de abril, en la muerte del Che, en la
guerrilla de Teoponte y en la Asamblea Popular. Cuenta Rius que para elaborar
su número temático recibió la ayuda de dos periodistas bolivianos exiliados, me
pregunto por sus nombres.
En
muchas ocasiones “me topé” con Rius -nunca personalmente-. La última vez fue en
una exposición en Cuernavaca hace poco. Recuerdo bien una viñeta con un diálogo
simple y profundo entre dos personas que se aplica para muchos contextos: “¿y
usted, todavía espera algo del gobierno? Sí: que se acabe”
Rius.
Universal y transtemporal. Seguirá siendo una fuente para reírnos del poder y
de la política.
Publicado en el diario El Deber
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