El poder desdibujado: Héctor Germán Oesterheld


Se tiene certeza de su lugar y fecha de nacimiento (Buenos Aires, 22-07-1919), se dice que fue secuestrado en abril de 1977, se sospecha que fue asesinado en el transcurso de 1978.  Oesterheld fue uno de los creadores más fecundos de mediados del siglo XX en Argentina.  El soporte narrativo fue la historieta que  cultivó y difundió de distintas formas, con múltiples personajes y diversas intenciones.  Sus textos salían a la luz en varios formatos, desde aquellas tiras semanales en alguna revista hasta posteriores ediciones de libro.  Actualmente su obra ha sido reimpresa en varias editoriales y algunos de sus títulos se los consideran clásicos de la historieta.  Una de las características más importantes fue su manera de entender el arte y la política.  Vivió el período del peronismo y luego la dictadura en Argentina, por lo que su trabajo se desarrolló en un clima de tensión, brutal represión y resistencia.  En los setenta, iniciada la dictadura militar, se convirtió en el jefe de prensa del grupo guerrillero Los Montoneros, lo que le costó no sólo su desaparición y muerte, sino también la de sus cuatro hijas, yernos y nietos. 
Oesterheld logró una articulación de lo político y lo creativo en distintas dimensiones. En su militancia utiliza el cómic de dos maneras, como un medio de educación y divulgación masiva, e intentando reescribir la historia reinterpretándola desde su punto de vista.
Pero la obra de Oesterheld tiene otro aspecto incluso más sutil y fino que es el uso de la imaginación como posibilidad de insubordinación y crítica.  En el contenido de sus textos, deja ver una preocupación sobre las formas de dominación no sólo en su rostro más evidente sino en su dimensión simbólica; está preocupado por denunciar cómo el poder puede hacerse cuerpo controlando la imaginación y la voluntad.  Tres aspectos componen su lectura crítica: lo psíquico como lugar donde se inscribe el sometimiento, la cadena jerárquica del poder y la liberación de la imaginación como salida.
En todo su trabajo, el autor muestra que, si bien el poder tiene rostros duros, también existe una inteligencia mucho más peligrosa que actúa directamente sobre lo psíquico.  En La Guerra de los Antares, por ejemplo, existen dos maneras de aniquilar al contrincante: una es utilizando un rayo de tecnología avanzada que en segundos mata miles de personas, y la otra es una “enfermedad” que “hace agua el cerebro”. 
Esta preocupación se plasma también en otros fragmentos. Sherlock Time es un personaje que pasea por la historia y dialoga con Luna, amigo suyo anclado en un mismo tiempo y lugar. En un episodio, como resultado de estar completamente enajenado, Luna cae en “ondas mentales [que] ponen en el cerebro y nos hace hacer lo que ellos quieran”. Las posibilidades del control mental llegan lejos, hasta la modificación en la percepción de los sentidos. Pero quizás el pasaje más esclarecedor de esta idea es cuando, en Mort Cinder, Ezra Winston, el anciano anticuario amigo del principal protagonista, cae en manos de un médico que le manifiesta con claridad su intención de convertirlo en un “ojos de plomo”, es decir un ente completamente sometido: 
“Tranquilo… no te haré sufrir… diciéndolo en pocas palabras, te injertaré en ciertas partes del cerebro porciones de materia gris que te sacaré de partes poco importantes de la materia encefálica.  Te cambiaré los circuitos mentales, por así decirlo… y te desarrollaré al máximo la capacidad de ser manejado por otra inteligencia.  Ya operado, seré yo quien pensará por ti…”.
Aquí vemos la agenda del poder total pero con el acento puesto no en la coerción física sino en el control de la estructura cognitiva.  Lo mismo se argumenta en El Eternauta cuando atribuye a Los Manos -seres más inteligentes que los hombres- la facultad de instalar en sus víctimas un rayo paralizante que “interrumpe ciertas conexiones nerviosas”.
En su lectura, el poder forma parte de una cadena perversa y jerarquizada.  En la delirante argumentación del doctor que está por operar a Ezra Winston para controlar sus circuitos cerebrales, se filtra la duda de si él mismo no será una marioneta de un ser todavía mayor: “¿o acaso yo no soy más que un instrumento de otra inteligencia superior, acaso yo no soy más que un ‘súper ojos de plomo’”.  Esta idea también la puntualiza en El Eternauta a través de Los Manos que confiesan que son subordinados de los Ellos quienes les insertan una glándula artificial –imposible de ser extraída- que segrega veneno mortal cuando sienten miedo y dejan de obedecer.
La única manera de quebrar la espiral perversa de dominación infinita es liberando la imaginación.  En su intento por despertar a Luna, Sherlock Time le dice: “usted no es amigo de dejar volar el pensamiento por nuevos caminos.  Teme que le pase lo que a las moscas, que por lanzarse a volar suelen terminar sujetas por una telaraña. Hace usted bien amigo Luna. Mejor no dejar volar el pensamiento”. Y va más lejos: “usted vive en el siglo XX, amigo Luna, si aprendiera usted a vivir en cualquier siglo, sabría que todo, absolutamente todo, es posible (…).  Debe usted liberar su cerebro y aceptar como posibles cosas que todavía no se han inventado”.  Oesterheld invita a la trasgresión del horizonte de posibilidad o de la creación de nuevos horizontes.  Así, lo posible no es prisionero del contexto inmediato a la vista, sino que “liberar el cerebro” implica liberarse de las trabas y ataduras que no permiten pensar otras realidades.
La fuerza de la propuesta de Oesterheld, no sólo está en su dramática muerte y en su compromiso militante, sino además, en su crítica a la naturaleza del poder en sus distintas dimensiones.  Pone en duda lo inamovible, lo que se presenta como imposible de cambiar, y en su lugar coloca a la imaginación. Propone un ruta que conjugue tanto quehacer práctico cuando autoanálisis de los mecanismos de control que nos habitan.  

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