Adiós a Salvador

He recibido desde la distancia la noticia de la muerte de Salvador Romero Pittari. Como no pude asistir al velorio ni abrazar a sus familiares, que es mi manera de transmitir el sentimiento por la partida, escribo unas líneas repasando unos episodios para compartir.

Me cuenta mi madre que cuando llegaron de España, iniciados los años 70, Salvador era un sociólogo que abría brecha cabalgando en una disciplina que apenas empezaba en Bolivia. Mi padre, que compartía el oficio, entró en contacto con él y rápidamente construyeron una amistad e intercambio intelectual. Cuando Salvador salió a continuar sus estudios, le dejó a Lucho la responsabilidad de la cátedra que daba, lo que fue una muestra de confianza que luego le abrió las puertas a su propia vida universitaria. De hecho, el diálogo entre ambos fue fructífero, cuando Lucho fue asesinado en el 81, Salvador escribió uno de los pasajes más sentidos en el libro póstumo que publicamos al año siguiente: “Luis Suárez no partió por su propia voluntad, fue obligado a abandonarnos en el umbral de tantas otras posibilidades, de nuevas creaciones, de renovadas esperanzas (') ¿Cuál fue su delito? Creer en el amanecer cuando la noche había comenzado”.

Décadas más tarde, cuando yo volví de Lovaina, Salvador Romero era una autoridad en la carrera de sociología de la UMSA, donde me dio gusto poder reencontrarlo. Una de las facetas que más me llamó la atención fue su vocación por la docencia. Como se ha escrito en estos días, el profesor pasó años dedicando el tiempo a sus estudiantes, leyendo trabajos, tesis y discutiendo con ellos. El espíritu noble que no escatima su tiempo y regala sus saberes a quien tiene en frente fue, sin duda, una de las características de la trayectoria profesional de Salvador.

Lamentablemente no tuvimos muchas ocasiones para compartir más. Me hubiera encantado que me cuente su experiencia de Lovaina, su visión de la sociología en Bolivia y en Francia, su idea sobre la enseñanza en una universidad pública con las características de la UMSA. Pero sobre todo, me vengo a enterar ahora que era un amante del cómic, pasión que también me habita y que hubiera disfrutado compartirla.

Pero la historia es caprichosa: impone sus ritmos de llegada y de partida. Va desde este rincón coyoacanense en México un abrazo a los suyos, con la esperanza de dárselos personalmente en unos meses.
Publicado en Página Siete (Bolivia), 18-04-2012.

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