No aparezcas más


Fue una tarde en la librería Gandhi (México D.F.). La curiosidad por no dejar pasar los secretos que el buen Silvio nos regala en sus letras, me llevó a escuchar su último álbum que entonces estaba en exhibición. Se trataba de Érase que se era, ahí por el 2006. Empecé a recorrer las canciones, y al llegar a la pista tres “No aparezcas más sin avisar”, quedé detenido. Silvio me conducía por cada nota y yo escuchaba con el alma erizada -¿hechizada?-. Me quedé mirando por la ventana. Afuera llovía.

“No me escribas más si después no vuelves (…). No me digas más que ya tengo frío (…). No te quiero ver de nuevo brevemente, no te quiero ver y después llorar (…). No aparezcas más que tu nombre me pasma, no aparezcas más que siempre me derrumbas, no aparezcas más, tengo con tu fantasma”

Y volví a recorrer por los laberintos de mi caprichosa memoria, deteniéndome en lugares inesperados, acaso escondidos. De ahí hasta hoy, cada que escucho “no aparezcas más” no puedo hacerlo sólo una vez, y vuelvo a recorrer por aquella lluviosa tarde en el segundo piso de la librería cuando se encontraron Silvio y mis melancolías.

Sólo a veces sucede. La melodía, la letra y el espíritu entran en una sola sintonía sin pedir permiso, sin anunciarse. Y si el encuentro sucede, sólo queda disolverse en el aire y transitar junto a las notas, no pensar, sólo dejarse llevar.

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