Columna en Página Siete (7-10-2012) (cada tres semanas)
Sociología
vagabunda. Volver a empezar
Tengo
una relación itinerante con la escritura en prensa. Tuve una
columna que nombré Intervenciones. Luego cambié a una otra propuesta: Sueño ligero. Cuando la informática tocó mi puerta
complementé la publicación con el blog
del mismo nombre y el subtítulo “un espacio para soñar”. Pero como todo ciclo, este llegó a su fin, y
empieza otra etapa.
Cada
momento estuvo marcado por alguna circunstancia particular; en esta ocasión, lo
que sella mis letras es mi ausencia: hace ocho años que dejé Bolivia –aunque
ella no me dejó a mí-, y desde entonces descubrí que partir es una manera de
morir, dejar que “tu mundo” transcurra sin ti, se transforme, se acabe y
renazca en nuevas formas cada vez más ajenas.
Pero es un morir a medias porque las visitas esporádicas reaniman las
sensaciones de pertenencia. En este
juego también los sueños hablan, en ellos la memoria, acompañada por la
nostalgia, es quien dirige las escenas, yo quedo al margen, saboreando en la
madrugada el paso del recuerdo. Por eso,
decía, esta columna alimentará uno de los vasos comunicantes que mantengo con
el país, una manera de subsistir “contigo en la distancia”. Y recuerdo a Carlos Fuentes: “uno comienza a
escribir para vivir. Uno acaba
escribiendo para no morir”.
Sociología vagabunda, así se llamará este nuevo
espacio. Se tratará de un lugar donde
puedan circular ideas filtradas por el lente sociológico, pero tan libres como
sólo el vagabundaje lo permite. La idea
la retomo de Howard Becker, quien en el prólogo de su libro Cómo hablar de la sociedad. Artistas,
escritores, investigadores y representaciones sociales (2009) reflexiona
sobre su insistencia en observar cine, literatura, documentales, fotografías,
etc. y en ellas encontrar el “problema social”. Se trata entonces de fijar la mirada en la
observación tanto de la vida cotidiana, como de las
producciones culturales que atraviesan por mis manos en distintos soportes, y
comentarlas intentando descifrar en ellas las formas de lo social que tienen
inscritas. Aquí la
libertad y el deseo regirán las letras. No
buscaré presentar resultados acabados, sino procesos, ideas, intuiciones. Privilegiaré las preguntas más que las
respuestas; las reacciones, las dudas.
Por eso me dejaré llevar por el teclado. Escribiré sobre una película, un encuentro en
el metro, un concierto, un coloquio, una canción, una conferencia, un cómic o
una novela. Todo lo que me invite a
dedicar unas líneas, y que valga un tiempo frente a la pantalla. Aquello que se queda a medias, esas ideas
sueltas y a menudo anárquicas sobre el último libro leído, o la melodía que me
transporta a la infancia.
Y vuelvo a Fuentes: escribiré “con apremio porque
mi ausencia se convirtió en un destino”.
Se levanta el telón.
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