¿Por qué nos gusta tanto Juego de tronos? La relación entre los sueños de las obras de ciencia ficción y las ilusiones de las sociedades sobre el futuro.
Hugo José Suárez
Hace unas semanas he
empezado a ver la serie televisiva Juego
de tronos. Aunque tiene ya casi una década de circulación, y que medio mundo me
ha hablado de ella, recién pude sentarme a verla. Acabé cuatro temporadas
-todavía me faltan- y me pregunto por qué tiene éxito, tanto que incluso unos
meses atrás se organizó un coloquio en la UNAM con académicos de varias
facultades para reflexionar sobre el tema. No tengo una respuesta, pero sí
alguna intuición a bocajarro.
En los 70 y 80 la saga que
concentró la atención de propios y extraños fue La guerra de las galaxias, de
George Lucas. El corazón de la trama era poco innovador: el bien versus el mal,
la lucha por el poder, vaivenes de reyes, reinas y princesas, guerreros y
monjes, épicas batallas; más algunos aditamentos como la diversidad cultural,
"la fuerza” y los diseños. Pero en el fondo todo reposaba sobre una idea
de futuro donde el manejo de la tecnología permitía cambios fundamentales tanto
en la vida diaria (la espada láser, abrir puertas, comunicarse) como en la
conquista del espacio, el viaje a la velocidad de la luz, el tránsito a través
de los planetas.
Aspiración y realidad
La guerra de las galaxias iba en sintonía con lo que en esa época se
pensaba -y aspiraba- que fuera el futuro. El principio era básico: la
tecnología modificaría las posibilidades de movilidad (habría naves espaciales
para todo el público, la materia podría teletransportarse, etc.) y se
descubriría otro tipo de mundos. En los
60, el programa de dibujos animados Los
Supersónicos imaginaba que en 1995 la
sociedad iba a tener la tecnología por todo lado: el personaje se despertaba y
era transportado por un andador eléctrico hacia la ducha, luego se secaba,
peinaba y quedaba listo para salir a la calle -a su "autonave”- para
dirigirse a su trabajo. Sus vacaciones las pasaban en "Las Venus”.
Pero el avance científico no
fue en esa dirección. El universo soñado por Los Supersónicos o por Lucas no se hizo realidad;
más bien quien retrata el futuro próximo, sus tensiones y angustias es la
serie Black Mirror (que comentaré en otra ocasión). En lugar de
grandes naves que viajen tan rápido como la luz esquivando los asteroides,
apareció el mundo al alcance de la mano: todo en un celular inteligente. La
modificación del tiempo y del espacio, la sensación de desplazamiento, el
descubrimiento de nuevos mundos ocurrió no en el firmamento sino en lo que
Manuel Castells llamó "La galaxia Internet”. De hecho, se dice que el
transporte sostenible del futuro reposa en los dos grandes inventos del siglo
XIX: el tren y la bicicleta. Hoy, las
ciudades más lúcidas se empeñan en que el desplazamiento ocurra no en más y
mejores autos -que, por cierto, su funcionamiento básico ha cambiado muy poco
en los últimos 30 años- sino en bicicleta (recordemos que París quiere mostrar
al mundo en las Olimpiadas de 2024 una
ciudad que se mueva sólo por este medio).
Más pasado
El caso es que, cuando la
ciencia se concentró en lo "nano” y apareció internet como un uso masivo
en el transcurso de los 90, paralelamente vienen grandes narrativas
cinematográficas que vuelcan su atención al medievo, o incluso antes. Se
abandona la ilusión espacial y se mira al pasado, particularmente europeo. El Señor de los Anillos, cuyo primer filme se
estrena en 2001, retoma los mismos temas
que La guerra de las galaxias (el poder,
la guerra, el heroísmo, la vida y la muerte, el bien y el mal, las jerarquías
de mando, la traición), pero los guerreros van en caballos y luchan con espadas
y escudos de metal.
Lo extraordinario de esa
narración reposa en la magia, en el conocimiento de otras lógicas ocultas, no
en el arma láser. Lo mismo sucede con Juego de tronos, toda la historia
transcurre en ambientes propios de caballeros, reinos y castillos.
Cuando la ciencia desarrolla
lo micro, la narrativa global -que se expande sobre el soporte de internet-
escoge el escenario del medievo. Entre otras cosas, ya se ha dicho que estamos
en un momento donde pareceríamos tener la necesidad de que nos cuenten
larguísimas historias en múltiples episodios,
cuando todos sabemos enviar mensajes en 140 caracteres, disfrutamos
también de sentarnos días enteros frente a la televisión para terminar de ver
una serie.
Sé que esto no explica del
todo el éxito de una propuesta como el
Juego de tronos , pero creo que son elementos que no hay que dejar de
considerar.
En todo caso, estoy
disfrutando cada capítulo y pendiente de la llegada de la próxima temporada.
Comentarios