Recuerdos con Francois Houtart



Hugo José Suárez
IIS-UNAM



La muerte de Francois Houtart (7/6/2017) me ha puesto a repasar varios episodios vividos a su lado y su enorme generosidad. Sabía de él por dos frentes: por un lado, era uno de los pilares académicos que desde la Universidad Católica de Lovaina (UCL) contribuyeron con la formación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria boliviano, profesor de líderes políticos que por lo pronto prefiero no nombrar, promotor de reflexiones sobre la izquierda y el socialismo; por otro lado, lo había leído como sociólogo de la religión, director de la revista Social Compass, director de tesis de latinoamericanos fundamentales para la sociología de la religión como el brasileño Pedro Ribiero de Oliveira, el venezolano Otto Maduro o el chileno Cristian Parker, todos grandes maestros. Religión y política eran los dos ejes de Houtart.
La primera vez que lo visité fue cuando tenía 24 años, en 1994. Pasé por Lovaina y me alojé en casa de unos conocidos suyos que él consiguió. Pude conocer a Genevieve Lemerciener, colega suya con quien publicó varios libros y artículos; poco después Genevieve murió, alguna vez acompañé a Francois a visitar su tumba.
Yo tenía la intención de estudiar un doctorado en la UCL y que él dirigiera mi trabajo, pero lamentablemente ya estaba jubilado. Eso no impidió que me diera todo su apoyo para conseguir una beca de estudios y que acompañara mi tesis hasta su defensa.
Dos años después ya era estudiante doctoral en la UCL. A mi llegada a Bélgica me encontré con la grata sorpresa del festejo de los 20 años del Centro Tricontinental (CETRI). Houtart fundó esa institución en 1976 para promover la solidaridad con los movimientos de liberación y movimientos sociales de Asia, Africa y América Latina. Con pocos recursos, convirtió su casa en Lovaina la Nueva en la sede del CETRI. Su recámara era lo único que él ocupaba; aparte había una sala de reuniones, cuartos para estudiantes, un centro de documentación y estudio, además de una biblioteca especializada que luego fue administrada por la UCL. Por el CETRI pasaban múltiples líderes políticos y sociales e intelectuales de la izquierda mundial.
Pero decía que tuve la suerte de asistir a la celebración de las dos décadas del CETRI; recuerdo haber visto a Pablo González Casanova, Samir Amín o Ernesto Cardenal, quien en esa ocasión recibía el Premio Cultura y Emancipación de los Pueblos que lo otorgaba el propio CETRI. Pedí permiso a Francois para cubrir fotográficamente el evento, y guardo hasta la fecha una simpática toma de Cardenal leyendo Mafalda.
Aprendí muchas cosas de Houtart. Sus libros fueron clave en mi formación, desde aquella fabulosa investigación sobre Sri Lanka (Religión e ideología), hasta sus reflexiones sobre su amigo Camilo Torres, sus estudios sobre Haití o Nicaragua, o sus textos de sociología de la religión (a propósito, hace un par de meses me encontré con una conferencia suya sobre ciudad y religión que apareció con inigualable pertinencia para mis inquietudes actuales de investigación).
Sostuve largas conversaciones, tanto en su casa como en mi departamento lovainense. Las tertulias abordaban muchos temas, contaba cómo fue su relación tensa con la propia UCL; sus intercambios con Vaticano en los distintos momentos, desde su participación en el Concilio Vaticano II hasta sus distancias con Juan Pablo II; su estancia en Chicago y su estudio sobre la religiosidad urbana; su relación con Cuba, Nicaragua, Bolivia y tantos países más. Alguna vez vino a casa luego de un viaje a La Habana, pues había sido invitado por Fidel como asesor cuando el Papa estaba de visita en la isla en 1998. Trajo una caja de puros regalados por el mismo Fidel que los compartió con nosotros. Aunque yo no fumaba en ese tiempo, por supuesto que lo guardé como un fetiche.
El CETRI siempre fue considerado un hogar para muchos estudiantes latinoamericanos. En mis años de doctorante, entre 1996 y 1998, abrió sus puertas para acoger al Foro Latinoamericano, que era un colectivo de jóvenes progresistas que nos juntábamos semanalmente a reflexionar sobre la situación de nuestros países. Además, los domingos, luego de seguir en la semana mis cursos de sociología de la religión, acudía al CETRI a las “misas sociológicas” -como las denominaba un amigo colombiano- de Francois. Era una reunión de no más de 5 a 7 personas, y en su homilía Houtart compartía sus actividades que siempre eran asombrosas: sus últimos viajes y encuentro con líderes religiosos o políticos, las publicaciones o nuevos movimientos sociales, todo a la luz de lo religioso.
Mi cariño hacia el Francois era enorme, por lo que le ofrecí vender la revista del CETRI, Alternatives Sud, en conferencias o eventos. Andaba con mi cajita de libros por las aulas de la UCL, acomodándolos al fondo de auditorios en una mesa en la espera de que algo se vendiera. En 1998, con otro sociólogo chileno hicimos un libro que juntaba mis fotos tomadas en Bélgica y los poemas que a él le nacían al verlas. Por supuesto no teníamos quién editara algo así; fue nuevamente Houtart que solidariamente se ofreció a publicar el libro que se llamó Destellos del norte, mirada y palabra del sur.
En el 2006 escribí Bolivia. País rebelde al calor de la llegada de Evo Morales al gobierno, es acaso mi libro más militante. Se lo mandé a Francois quien inmediatamente me sugirió publicarlo en francés, me conectó con una editorial y salió a la luz meses más tarde.
La última vez que lo vi fue en Bruselas hace unos diez años. Le regalé la reedición del libro póstumo de mi padre Luis Suárez Los cuatro días de la eternidad, le tomé una foto con el documento entre sus manos. Hace unos meses supe que venía a dar una conferencia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM pero lamentablemente no pude acudir a escucharlo. Lástima, hubiera sido el un encuentro de despedida.
En su larga y fructífera vida, Francois Houtart articuló distintas dimensiones. Abrió brecha en la sociología de la religión utilizando las ciencias sociales -particularmente la clave marxista- para entender los procesos religiosos. Sus investigaciones representaron un giro a cómo se estudiaba la religión hasta mediados del siglo pasado, Houtart puso los datos en la lógica de explicación del fenómeno religioso. Fue un innovador intelectual que abrió una línea sociológica tremendamente pertinente, lo que se ve reflejado tanto en sus libros como en el sello que puso a la dirección de la revista Social Compass y en los estudiantes que formó.
Por otro lado, nunca dejó el compromiso político. Tenía claro que debía jugar el rol de vincular Asia, Africa, América Latina y Europa, promoviendo los movimientos sociales del sur. Por eso fundó el CETRI y sostuvo la revista Alternatives Sud. Fue uno de los pensadores del altermundismo y estuvo en centenas de foros y conferencias. Siempre con una palabra atinada y progresista. Así se entiende que su última trinchera haya ejercido como profesor y activista en Ecuador, donde murió.

Incansable, trabajador, lúcido, comprometido y solidario. Descansa, maestro.

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