Martín Chambi. Fotógrafo fundamental
Recuerdo que en un viaje a Cuzco en el 2003 ocupé parte de mi tiempo en
buscar la casa de Martín Chambi. Tenía la
dirección de un estudio que no recuerdo de dónde la conseguí, encontré la calle
y el número –tarea tediosa para una vacación-, pero cuando llegué no había
nada. Lo único que pude averiguar luego
de mi pesquisa fue el teléfono de algún familiar suyo. Lo llamé buscando algo,
no sé qué, pero no supo darme ninguna información sobre tu antecesor;
desilusionado, sólo opté por felicitarlo y mostrarle mi admiración por uno de
los más talentosos fotógrafos del Siglo XX.
Chambi nació en 1891 en Coaza, departamento de Puno, en el altiplano
peruano, cerca del Lago Titicaca en una familia campesina. Vivió en Arequipa
–donde trabajó con el fotógrafo Max Vargas- y Cuzco donde instaló su
estudio. Realizó varias exposiciones en
Arequipa, Puno, Cuzco, Lima, La Paz, Santiago de Chile, Viña del Mar. Ganó la Medalla de Oro en la Exposición
Internacional de Bolivia en 1925. Murió en
1973. El ambiente político cultural que le tocó vivir fue de particular
creatividad intelectual poniendo en el centro la discusión sobre lo indígena. Recordemos que José Carlos Mariátegui publicó
en 1928 por primera vez su ya clásico texto Siete ensayos de interpretación
de la realidad peruana, y su revista Amauta era una referencia de la
discusión de la época. Cuzco se
encontraba en el debate, surgían varias corrientes y grupos, y el estudio de
Chambi se convirtió en uno de los espacios de intercambio cultural.
Tal vez por eso la mirada de Chambi es autónoma, creativa e inteligente. Se retrata a sí mismo y su contexto. Su intención es tan política como
etnográfica: “Llevo en mi archivo más de doscientas fotografías de diversos
aspectos de la cultura quechua. He
recorrido y recorreré las regiones andinas en esta peregrinación. Sobre todo, he escudriñado con la lente de mi
cámara fotográfica todos los rincones de palacios fortalezas de Cuzco (…). Me siento como un
representante de la raza; ella habla en mis fotografías”.
A diferencia de la foto colonizadora de la época –particularmente
europea- que “descubre” al indio al mismo tiempo que lo hace con las
excentricidades africanas, Chambi muestra el mundo complejo de la vida rural,
de la cual él mismo forma parte. No se
monta en el paradigma liberal del progreso, propio de algunos gobiernos e
intelectuales latinoamericanos que veían en lo popular un impedimento para el
desarrollo. No exalta romántica, ingenua o folklóricamente lo indígena, sino
que retrata su cotidianidad y fortaleza cultural en múltiples dimensiones. Por ejemplo, una serie de imágenes retoma la
grandeza de Machu Picchu mucho antes de que se convirtiera en un lugar turístico. Tanto las vistas panorámicas de los complejos
urbanos como el detalle de la “Piedra de los doce ángulos” o el “Muro de las
cinco ventanas de Wiñay Wayna” (1941), enseñan cómo tecnología y cultura fueron
las que forjaron al lugar y su gente.
Chambi no busca una postal, un indio de museo. Lo fotografía en el
estudio y en el campo, en la fiesta y en la montaña, en la escuela y en la
comunidad. En la imagen “Campesina de Combapata” (Cuzco, 1934), en el “Grupo de
campesinos de Tinta” (1930), o en la maravillosa “Familia de Ezequiel Arce con
su cosecha de papas”, todos -padres hijos y hermanos- están sentados en una
pirámide de papa que es el fruto del trabajo y de la tierra. No miran a Chambi, sino al futuro y al pasado
a la vez. Cuerpo, comunidad, cultura y
naturaleza.
Ante la cámara del fotógrafo también posa la élite cuzqueña, sus fiestas,
sus mansiones, sus bodas y hazañas. Pero
no los exalta, tampoco los ve desde abajo.
Los reconoce, los muestra, les asigna un lugar. Los monta en la tecnología, en el automóvil,
en la moto, en el tren. Pero no los contrasta con el mundo rural, no los
contrapone, no hace de ellos los responsables de una promesa de
modernización. No jerarquiza su medio
poniéndose a él mismo en la escala inferior; sólo dibuja los distintos rostros
de una compleja colectividad.
En varias imágenes aparece el propio Martín Chambi, en su estudio o en el
campo, solo o acompañado; pero de todas ellas, me quedo con el “Autorretrato”
de 1923. Con un impecable manejo de la
luz, Chambi mira su propia imagen en una placa fotográfica. Es una metáfora de todo su trabajo. Mira y se
mira. Retrata y se retrata. Sus fotos muestran un fotógrafo que supo conjugar
cultura y universalidad, tiempo y trascendencia.
Publicado en Suplemento Ideas, de Página Siete (31/08/2014)
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