Racismo mediático


La edición del 30 de enero del programa televisivo dominical inglés “Top Gear” ha causado revuelo. Y no es para menos. Los tres simpáticos conductores establecen un burlesco diálogo evocando la supuesta existencia de un nuevo auto deportivo mexicano llamado “Tortilla”. El intercambio sucede más o menos así:

“¿Por qué alguien quisiera un auto mexicano? (…). Los autos reflejan las características de las naciones, por ejemplo los alemanes son bien construidos y eficientes; los italianos lujosos y veloces; los mexicanos serían holgazanes, aguados, desparramados, recargados en una barda durmiendo contemplando un cactus usando una manta con un hoyo en medio como abrigo (…). Los mexicanos tampoco saben cocinar, todo es como vómito con queso encima, vómito frito (…). ¿Te imaginas despertar y darte cuenta que eres mexicano? Sería genial porque te podrías volver a dormir, y dormir todo el día, y dirías: ‘oh, soy mexicano’. Por eso no creo que se quejen de esto, el embajador debe estar durmiendo. No se quejarán, todo está bien”.

Como suelen ser estos programas en vivo, las risas de un público activamente participante acompañan el espectáculo.

La embajada mexicana presentó su protesta y la BBC tuvo que disculparse. Sin duda se trata de una vergonzosa muestra de racismo y xenofobia que no se puede dejar pasar. Pero el caso también obliga a pensar el mismo tema desde otras latitudes. En México, los medios masivos controlados por una pequeña élite (principalmente Televisa y Tv Azteca) reproducen al interior del país imágenes racistas y discriminatorias de manera escandalosa. La caricaturización de los personajes, desde las telenovelas hasta las publicidades o noticieros, no hace más que mostrar el menosprecio de estas grandes empresas por su propia nación. La calidad de sus programas no sólo es deplorable, sino que devela, en el fondo, un desprecio por la cultura popular nacional. De hecho un conocido mío que trabaja en una de esas televisoras me comentaba en una ocasión: “nosotros sabemos que hacemos tele para idiotas, pero eso es lo que quiere la gente”. Y así también les va a los latinoamericanos o migrantes centroamericanos –más si son indígenas- que atraviesan por la pantalla chica.

Pero todo esto visto desde Bolivia, nos conduce al reciente debate sobre la Ley de Medios y el racismo. Habría mucho que decir al respecto, pero al ver a la televisión inglesa –¡la BBC!-, no me queda la menor duda de que, primero, el derecho a denigrar no tiene nada que ver con la libertad de expresión, y segundo, que la palabra en el aire tiene que estar regulada por instancias que no permitan, ni en chiste, pasar contenidos racistas o discriminatorios. No hacerlo, es un atentado a la democracia y al establecimiento de reglas de respeto mutuo. Sólo así, la convivencia entre diferentes estaría garantizada.

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